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sábado, 26 de marzo de 2011

CUANDO EL HÁBITO NO ES UNA TÚNICA

Acólitos y, en menor medida, libreas, no dejan de proliferar en las cofradías desde la década de los noventa


Hace treinta años, verlos era casi exótico. Hoy es norma. Llegaron sin que muchos supieran a ciencia cierta qué significaban y desde luego con usos distintos según cada casa, y hoy ya se cuenta con un modelo homogéneo al que casi todo el mundo sigue. Sin embargo, las incógnitas siguen y es bueno intentar despejarlas para que se comprenda lo que pasa en las calles en Semana Santa.
Desde hace un tiempo, la túnica no es el único hábito con que un cofrade se puede revestir para ir con su cofradía. El acólito y, en menor medida, el servidor de librea se van haciendo un hueco en los cortejos de las cofradías ante la sorpresa y las preguntas de muchos. ABC se las ha hecho al cofrade Francisco José Mellado, vicehermano mayor de la hermandad del Santo Sepulcro y reconocido experto en la historia y en la estética de la Semana Santa.
Para los acólitos, apunta a la liturgia y a las procesiones organizadas por la Iglesia, sea claustrales o en la calle. Quienes se visten así se encargan de inciensar el paso y llevar los ciriales que lo anuncian. «El cirial es un invento español, que sólo se da aquí», apunta, aunque la figura del acólito es propia de toda la Iglesia.
Llamar acólitos a quienes llevan las dalmáticas ante los pasos puede no ser exacto. Según la Iglesia, acólito es quien ha recibido una de las órdenes menores previas al sacerdocio. La prenda que le corresponde es la dalmática. Quienes en la actualidad portan los ciriales e incensarios ante los pasos hacen de acólitos, pero no lo son. «Por eso se insiste en que las mujeres no pueden llevar dalmáticas, porque los acólitos representan a personas ordenadas y tienen que ser necesariamente hombres», explicó Francisco Mellado.

Buena Muerte, la primera

La primera cofradía que tuvo ciriales en Córdoba fue la del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que en este aspecto, como en otros muchos, seguía la senda que marcaba Sevilla.
Antes y después, el cirial no era extraño en Córdoba. «Lo llevaban, pero no con la utilización litúrgica, por ejemplo la Misericordia y los Dolores», recuerda Mellado. En aquellas cofradías las llevaban nazarenos cubiertos con una dalmática sobre la túnica, algo en lo que seguían el modelo malagueño, común también, por ejemplo, a las Angustias. Buena Muerte implantó así un modelo que llegó a seguir el Remedio de Ánimas en alguna ocasión con acólitos descubiertos, tal y como demuestran algunas fotografías de los años 50.
En la ciudad de la Giralda hay testimonio de la presencia de ciriales en las procesiones en los siglos XVIII y XIX, aunque sólo más tarde las llevan con dalmática. «Generalmente eran personas a las que se pagaba por hacer ese trabajo», afirma Francisco Mellado. La presentación actual de los cuerpos de acólitos llega marcada por las propias cofradías, que la dotan de su estética. De hecho, como comenta el experto, hay imágenes en las que se ve cómo quienes llevaban los ciriales los hacían descansar sobre el hombro, y no erguidos como ahora es norma. Es lo mismo que sucede con el ritmo que manda levantarlos cuando el paso sube y bajarlos cuando se ha detenido. «Lo correcto, además, sería que llevasen el color litúrgico propio de cada día», dice.

Los antiguos criados

En los años 80 eran escasas las cofradías que tenían ciriales: hoy son minoría quienes no los tienen o no lo están proyectando. Incluso algunas que llevaban nazarenos cubiertos con dalmáticas y los ciriales en otro punto del cortejo han decidido crear cuerpos de acólitos al uso delante de los pasos. Es el caso de la cofradía de la Misericordia con sus característicos ciriales dorados.
También se han dejado ver en los últimos tiempos los servidores con traje de librea. Era el atuendo usual de los criados desde hace varios siglos. Nuevamente hay que mirar a Sevilla para encontrar el origen. «Eran criados que iban acompañando a sus señores», sobre todo en cofradías integradas por las capas altas de la sociedad. Lo más común es que figurase en cofradías severas.
En Córdoba están presentes, entre otras, en el cortejo del Santo Sepulcro, donde portan faroles de mano junto a la cruz de guía, pero también alrededor de los pasos, donde se ocupan de labores como el encendido de las velas. Es decir, son servidores propiamente dichos con el traje de librea de la corte.
(Articulo publicado en el Diario ABC Córdoba)

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