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domingo, 10 de abril de 2011

LUIS MIRANDA EXALTA SUS ESTAMPAS DEL ALMA EN UN SENTIDO Y LITERARIO PREGÓN

El periodista omite a algunas cofradías para describir los momentos que más le transmiten y critica detalles como las mantillas o la participación de los legionarios.


El pregón que Luis Miranda pronunció ayer en el Gran Teatro no fue uno más. Fue diferente. Sentido y profundamente literario en mayor o menor medida que otros anteriores pero con una infinidad de matices que lo apartaron bastante de cualquier tipo de convencionalismo que pueda haber en este tipo de actos. El periodista de ABC abrió el telón de la Semana Santa de la capital desde una imaginaria posición junto al Arcángel San Rafael y desde este privilegiado lugar comenzó a revivir aquellos momentos que más y mejor le han transmitido desde que llegó a la ciudad. En este recorrido que él mismo bautizó como sus "estampas del alma", Miranda omitió a diversas cofradías, como la Sangre, el Prendimiento, la Borriquita y el Perdón, entre otras, convirtiéndose así en el primer pregonero de la Semana Santa cordobesa que evita dirigirse a todas las hermandades penitenciales.
Pero la exaltación que protagonizó este cofrade nacido hace 35 años en Fernán Nuñez valió mucho más por lo que dijo que por lo que se dejó atrás, un recurso que reconoció haberlo utilizado a medida que avanzaba el pregón. Miranda, que contó con la presentación del también periodista Antonio Varo, comenzó sus "estampas del alma", como podía ser de otra manera, dirigiéndose a su titular, la Virgen de las Angustias. Contó que la primera ofrenda que le hizo a esta imagen de Juan de Mesa fue "la de unas cuantas marchas por las calles de Córdoba aquel Jueves Santo de hace 21 años" y a ella le dedicó la primera página de su álbum de la memoria.
Dio "gracias a Dios" por la Semana Santa y lo responsabilizó de la presencia de todos aquellos elementos que ennoblecen y embellecen la Pasión en Córdoba, como las flores, la cera, la música y la imaginería, entre otros muchísimos detalles que destacó en los primeros compases de su pregón. Culminó esta serie de agradecimientos a la divinidad de esta manera: "Y porque nos dio luz y sensatez para crear y mantener nuestra fiesta, porque sólo por Él y con Él , podemos estar felices de decir que dentro de ocho días no nos cabrá la emoción en el pecho por saber qué será en Córdoba en Semana Santa, bendito sea Dios".
Otro de los momentos más sentidos de la noche fue el instante en el que se dirigió a su hija, Gloria. Recordó que la primera vez que vivió la Semana Santa en la capital fue apenas unos meses después de nacer, en concreto ante el paso de la Sagrada Cena, la cofradía radicada en su propia parroquia (San Álvaro de Córdoba, en el barrio de Poniente). A ella le deseó un buen futuro como cofrade y le dedicó sus palabras como exaltador.
También se ocupó de los acusados contrastes que arrojan las cofradías cordobesas en sus estaciones de penitencia para diferenciar la bulla y el recogimiento o la luz de la oscuridad que identifican a las distintas procesiones de la ciudad. Tampoco le faltaron los elementos críticos, que los introdujo en uno de sus catorce capítulos, el octavo. Apuntó que es necesario el citado descanso "mientras por la calle pasa aquello que nos podemos perder". Aludió así a "una familia comiendo pipas y soltando oles a una cofradía de silencio, dos costaleros ciegos paseándose ufanos entre la fila, tres personas muy puestas en una presidencia de paisano, cuatro nazarenos andando a la iglesia descubiertos, cinco lejías haciendo malabares con los fusiles,... Todo esto sí que no me importaría que se quedara toda la vida dándole vueltas al caballo de Las Tendillas".
(Noticia publicada en el Diario El Día de Córdoba 10/04/011)

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