ABC asiste a la disposición de la candelería en el paso del Mayor Dolor en el silencio de la noche y en la sobriedad de la iglesia de San Lorenzo. Un delicado y casi matemático ceremonial digno de los viejos oficios
Cae
la noche en Córdoba. Las últimas tiendas se cierran y los vecinos del
barrio van volviendo a sus hogares. Sin embargo, a la iglesia de San
Lorenzo va acercándose un goteo de personas que discretamente golpea la
madera de sus puertas ya cerradas. La respuesta que reciben del interior
del templo es invariable: «Por atrás». Alfonso Lozano, miembro de la
junta de gobierno de la hermandad del Calvario, abre la puerta de la
sacristía, y tras unos breves saludos, en voz más bien baja en atención
al lugar, los recién llegados se distribuyen por el templo.
Algunos
se dirigen al portentoso paso del Nazareno para ultimar sus detalles de
cara a su estación de penitencia. El resto busca el palio entre los
pilares de la nave lateral. Sobre él está ya situada Nuestra Señora del
Mayor Dolor. Frente al paso, Fernando Morillo-Velarde Chiclana, hermano
de honor de la cofradía, se afana en la colocación de los últimos
candeleros de plata.
Los
trabajos sobre la candelería del Mayor Dolor no han comenzado hoy en
realidad. Se iniciaron hace varios meses, con una labor previa de
diseño, en la que Fernando Morillo-Velarde y Alfonso Lozano fueron
ideando la composición que pretenden realizar, plasmándola sobre un
papel en forma de esquema, en el que han apuntado la altura y el grosor
de cada cirio que precisan.
De
su acierto en ese punto dependerá gran parte del resultado estético en
la calle. Recibido el pedido y comprobada su corrección, cada cirio se
ha limpiado meticulosamente y clasificado por alturas y calibres,
encontrándose ahora dispuesto de manera ordenada sobre un paño. Esta
ceremonia aún reviste mayor solemnidad entre el silencio del crucero de
San Lorenzo a las horas que son de la noche.
Alfonso
lozano y Fernando Morillo comentan con ABC la disposición pensada.
Sigue la línea de la que en su día planteara el prioste sevillano del
Silencio y el Valle Manuel Palomino, completándola con nuevas piezas que
desde entonces ha ido adquiriendo la hermandad. 98 candeleros, con
calibres que oscilan entre los 50 y los 35 milímetros, a los que se
suman 6 cubillos fijados a la peana de la Virgen, proporcionarán 104
puntos de luz para Nuestra Señora del Mayor Dolor. La candelería, alta y
rematada en pico, tendrá caídas simétricas hacia cada varal y hacia la
calle central, además de una pendiente decreciente que facilitará la
iluminación del rostro y la saya. La mayor densidad se producirá en las
tandas más bajas, donde se ha agrupado un gran número de candeleros,
dejando libre solo el sitio justo para los violeteros del frontal, que
integrarán la flor en la composición.
Tecnología para cirios
Entre
tanto, Álvaro Doctor emplea uno de los pocos artilugios tecnológicos
que esta antigua ceremonia ha admitido con el tiempo: un cilindro de
aluminio con una cuchilla y una resistencia eléctrica con el que afila
metódicamente el extremo inferior de cada cirio.
Las
virutas de cera pura resultantes serán usadas posteriormente para
fundir cada vela. Aunque Doctor introdujo el novedoso invento en
Córdoba, insiste en que se reconozca el mérito de la invención a un
cofrade sevillano, conocido como Antonio «El Calamar».
Mientras
Morillo-Velarde comprueba que cada cirio ha sido afilado hasta el punto
deseado, Lozano se ha subido al paso, y comienza a envolver
cuidadosamente los excelentes candeleros de plata con papel fijado
mediante cinta de carrocero. La finalidad es mantenerlos intactos de las
salpicaduras que se producirán al fundir la cera e insertar el cirio.
Lozano pone especial atención en el sellado de cada cubillo, en una
labor que no es rápida, porque cada pequeño proceso relacionado con la
candelería se realiza con meticulosidad extrema.
Colocación en el paso
En
una pequeña jarra metálica se ha calentado cera, procedente de las
raspaduras anteriores, hasta la temperatura que Morillo considera
óptima, lo que comprueba acercando al rostro la cantarilla. La
colocación se inicia por las tandas superiores. Tras dejar caer en el
interior la cantidad justa de cera fundida, se introduce el cirio,
previamente limpiado con un trapo por enésima vez.
En
breve comienza a fraguar, endureciéndose poco a poco la cera hasta
mantener sólidamente la vela. En el frontal y el costero del paso, la
aguda visión de sus colaboradores detecta la menor incorrección en la
verticalidad, que se subsana sin dificultad en esta fase del fraguado
previa a la solidificación.
Morillo-Velarde
no es partidario de acelerar el proceso enfriando los candeleros con un
paño humedecido, pues, según él, un enfriamiento demasiado rápido
podría contraer en exceso la cera dificultando la fijación.
Sucesivamente va fundiendo primero uno de los paños para después
acometer el otro. Hacerlo así le facilita maniobrar con cierta comodidad
entre la cera.
Es
ya de madrugada cuando ABC abandona San Lorenzo. Lozano,
Morillo-Velarde y Doctor continúan con su tarea en la que con seguridad
les sorprenderán las primeras luces, y muy probablemente continuarán
otra noche más, con solo breves paradas para un bocadillo o un refresco.
(Articulo publicado en el Diario ABC Córdoba 24/03/2012)
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